lunes, 29 de agosto de 2011

Alejandro

Fue la música esa de esta mañana. De ahí en adelante todo ha sido encontrarme tu risa en la de cualquiera y sentir angustia de saberte lejos, en la barranca. Qué cultivan ahora los nudillos de tus manos, cómo llevas esta mañana el mentón. ¡Qué andas sembrando!. Un día de estos saco a orear mi piel de libertad del rancio clóset, aunque sea sólo por la temporada navideña y cenaremos perfume de guayabas. Tu hermano, Alejandro, asesinó a su mujer y se voló los sesos. Eso fue "del otro lado". Los restos llegaron por aire y por fin, dice Nicolás, descansa en paz detrás de la Iglesia de Guadalupe Coronado, ¿y qué afán ansioso recordar a los que casi habíamos olvidado?. La barranca, Alejandro. La risa de Alejandro.