miércoles, 15 de octubre de 2008

La fonda de la noche

La fonda de la noche, una esquina que te recibe rodeada con unos arcos de ficus, los atraviesas, entras, cruzas una reja de herrería de múltiples curvas, piñatas, estrellas, jueguetes, velas, artesanía, luz àmbar, ´pantallas rojas, una pared estratégicamente pintada por su propietario, quien sabe del color, te sientas y el mesero te recita el menú, la comida es de durango, la elección ideal debe ser el plato combinado, que incluye, una media luna (quesadilla a elección de rellenos), una enchilada amolada muy dulzonamente, un sope de pollo, una tostada de picadillo y frijoles negros, salsas deliciosas, buen trato, estar a media luz y sentir la noche fresca, pero, eso no es nada, tener el privilegio de que mi acompañanante sea amigo de propietario del lugar, a quien su condición de bebedor lo convierte forzosamente en peatón, Carlos Ibarra, pintor tapatío, para desgracia de su progenitora quien entristece de que su hijo reniegue de haber nacido en Durango, un tipo con una conversación infinita, que sabe jugar con el lenguaje, que siempre encontrará mejores palabras para nombrar a las cosas, sin duda una de las personas más interesantes que he conocido, la fonda de la noche está ahí, cada noche, para quien se atreva a entrar, para quien sepa verla, no tiene algún anuncio por fuera y no se hace publicidad. Compartir unas cervezas con este durangués, durangueño o duranguense, es lo mismo, será sin duda una experiencia inolvidable. No gusto mucho de la artesanía y los ambientes rústicos, pero cuando son auténticos, desde luego es agradable.

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