domingo, 14 de diciembre de 2008

como dice la canción, kamikaze de ocasión

Con una ansiedad de meses en la espalda, salió de ese concierto con una carga emocional tal, que llegó a casa, destruyó sus planos, tomó algo de ropa y se fue sin dejar siquiera una nota de adiós, o algo de agua en el plato del perro, después, una excelente cena en el mejor restaurante, ahí, decidirse por la fantasía cliché de tomar el primer avión disponible, aeropuerto, el itinerario señalaba a Monterrey, por la madrugada, sala de espera, horas, revistas, café, ignorando las llamadas recibidas, sentir algo de ansiedad y libertad, sentirse leve, abordar, con el pecho a punto de estallar, despegar con la inspiración interponiéndose en la propia respiración, recordar a los músicos, luego la nada, lo último, una azafata tratando de mantener el control, pensar en la caja negra que trascendería a los cuerpos calcinados, el avión ni siquiera salió del estado.

1 comentario:

Adrián Naranjo dijo...

Ah que llevada!
Que cortísima y agradable manera de recordarnos la facilidad de todo, hasta de la muerte.
Saludos Tania!